Mis mujeres.

Me gusta pensar que la mayoría de las personas al igual que yo se cuestiona muchas cosas en su vida, en realidad no sé si así sea, pero pensarlo me hace sentir menos extraña. Aunque si hago un poco de memoria desde que era pequeña he tenido esta sensación de ser rara o diferente a los demás, últimamente ha llegado un recuerdo de la infancia de manera recurrente a mi mente, lo malo es que no es claro, de hecho es borroso y se corta en un momento dejando todo en suspenso.

Cuando yo era niña mis tías abuelas tenían una finca en Jají, Mérida Venezuela, ubicado en la cordillera de los andes. Yo verdaderamente amaba ir a Jají entre las montañas estaba una casa que no tendría más de 2 habitaciones una cocina de leña, una sala no muy grande, esta casa tenia los cimientos elevados y en la parte exterior una gran terraza desde donde podías ver los potreros y las vacas a pastando, para llegar a la casa desde donde se dejaban los vehículos pasabas un hermoso jardín donde mi tía Josefina siempre tenia coloridas flores, recuerdo sentarme en ese jardín con mis tías y mi bisa abuela a pelar y desgranar maíz con el que luego harían deliciosas arepas, aún puedo ver a mi tías con sus grandes sombreros y sus atuendos estampados en flores muy coloridos sentadas en ese musgo que cubría las rocas, reír y contar anécdotas mientras el enorme tazón se llenaba de los granos del maíz, eran tan simpáticas y amorosas que aún no pasa un día sin que deje de extrañarlas. La finca no solo tenia los potreros, las flores, la casa, también tenia estanques de truchas y una caída altísima de agua de manantial, pero una de las cosas más bonitas que tenia ese lugar, era una casa pequeñita un poco más arriba en la montaña, como una casa de muñecas donde todo era pequeño esa era la casita de mi Tata (mi bisabuela), tenia dos habitaciones, una sala que parecía de mínima, con unas diminutas ventanas de color azul, recuerdo bien que se abrían hacía afuera, dejando ver las imponentes montañas de la cordillera, un baño que no logro recordar del todo, pero lo que si recuerdo bien era que la puerta del baño estaba pintada como si fuera un cuadro de las mismas montañas que se veían por las ventanas, solo que con más flores rosadas, afuera de la casa mi Tata tenia su propio jardín y aunque la señora ya tenia sus años cada que subías a visitarla la encontrabas con su machete cortando hierba mala, pero con enjundia, un poco sudada, eso sí con un sombrero gigante para evitar el sol en la cara y si tenías suerte te enseñaba de las plantas ese día. Era verdaderamente hermoso pasar varios días en esa casa que parecía hecha para mí más que para mi Tata. Detrás de los estanques de truchas y un poco escondida en la montaña había una escalera de piedra que se perdía entre el musgo y las rocas; mi recuerdo recurrente se desarrolla justo en esa escalera cubierta de musgo, con flores alrededor y mariposas revoloteando sobre mí mientras subo, pero no logro recordar a donde llego? Para que voy allí? Solo se que voy sola y contenta, pero aunque estoy segura de ir sola logro sentir una presencia de algo mágico y divino, puede ser el espíritu de la montaña, las hadas, los gnomos, el bosque, no lo se. A veces sueño con esa escena y anhelo descubrir a donde llego y para que voy allí? Aún no logro descifrarlo ni en mi mente y lo que es peor tampoco en mis sueños.

Ultimamente he sentido el impulso incesante de regresar a ese lugar, mi tía Josefina lamentablemente falleció hace años y varios antes vendió la finca, hoy no se a quien pertenece mi querida Jají, pero algo en lo más profundo de mi ser me hace querer regresar, algunas veces pienso que si vuelvo mis mujeres estarán ahí, sentadas pilando maíz, Josefina con su boca pintada de rosa, perfectamente maquillada, mi adorada Astrid con su pantalones morados que combinaban perfecto con su camisa a rayas y con flores en los mismo tonos y ni que decir de mi Tata con su pelo blanco y sus manchas en las manos y cara que solo dejaban al descubierto la cantidad de soles que había visto, tal vez solo las extraño horrible y me gustaría volver a verlas juntas y riendo, juntas y haciendo de comer, tal vez solo quiero abrazarlas y sentir como me apretaban contras sus grandes pechos, que siempre quise heredar pero que nunca sucedió , tal vez solo me gustaría volver sentir a que olían mis mujeres.

Las cosas en mi querida Venezuela han cambiado mucho desde esos tiempos hasta hoy, sin embargo no pierdo la esperanza de regresar a Jají y recostarme en su verde pasto y volver a contemplar esa roca enorme que engalanaba la montaña desde la cual siempre caía agua cristalina.

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